Cuando Rosario, la hermana de Elena Lorenzo, de 86 años, se cayó en medio de la noche en su casa en la región de Galicia del norte de España y su esposo luchó por ayudarla, supieron que era hora de buscar ayuda. Pero un hogar de ancianos estaba fuera de discusión. "Se había hablado de un hogar de ancianos, pero eso fue antes de COVID", dijo Lorenzo, recordando la caída de su hermana hace unas semanas. “Un cuidador en casa no te pondrá en riesgo, además de que tú te quedes en tu casa: tienes tus pantuflas, tu cama, tus adornos”. “Mucha gente todavía tiene miedo (a los asilos de ancianos), y más aún a las guarderías, por el riesgo de contagio que representa el transporte”, dijo Ignacio Fernández, presidente de la Federación Española de la Dependencia, un grupo de defensa. Los subsidios estatales promedio solo cubren un par de horas a la semana de atención en el hogar, dijo José Manuel Ramírez, presidente de la Asociación para la Defensa del Servicio Social, respaldada por el estado. La ayuda estatal para hogares de ancianos perdió 15,522 beneficiarios entre diciembre y septiembre, dijo el Instituto de Servicios Sociales y Ancianos, una caída del 9% que refleja las muertes por COVID y la ansiedad generalizada.
Para tratar de abordar estos problemas, el gobierno destinó 600 millones de euros a la cobertura de la dependencia en su presupuesto 2021, rompiendo con la política que dejaba dicha financiación en manos de las Comunidades Autónomas.
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